martes, 31 de mayo de 2011

La Experiencia De Elena: DESENLACE




Elena camina por un pasillo oscuro, hacia una habitación oscura. Un cuero especial. Una lencería especial para un acontecimiento especial. Elena oye todo tipo de gemidos y quejidos en las habitaciones de alrededor.


Elena abre una puerta. Y Elena los encuentra, retozando entre cadenas, barro y cuero. Su mejor hombre y su mejor mujer. Ellos trajeron vino y heroína para fumar. Elena trae el machete para cortar caña de azúcar con el que su padre degolló a su madre.


Elena recuerda a ver visto esto antes en “The Extremist”, y haber soñado con esto. Pero esto la moja muchísimo más.





El cuero de Elena cae apresurado, antes de estallar en llamas por el fuego que despiden sus perfectas curvas blancas. Elena libera su enorme busto de la prisión de las costuras. Elena siente como su sexo segrega pasión. Elena se siente cerca de sus padres, por primera vez en muchos años.


Elena toca y la tocan. Siente y es sentida. Elena es atada, venerada, repudiada entre barro. Elena intercambia sentido placer con sus mejores elegidos en una constante inversión de roles. La humilladora y los humillados. La correa y la máscara. Cuando tiene suficiente, empiezan con los cortes.


Aún con los restos de la sangre de su madre, Elena hace cortes en su mejor mujer mientras la montan. Esas heridas refrescas parecen decir TE ODIO. Después, con su mujer hombre inmovilizado por sus caderas en la cintura y las de su mejor mujer en su boca, Elena talla sobre su pecho un elaborado TE QUIERO.


Rojo



Elena entrega el machete a su mejor hombre, simbolizando la recta final hacia le petite mort. El mejor hombre domina a Elena. Le susurra al oído su deseado destino mientras Elena lame la sangre del machete que él sujeta con masculinidad, como lo hizo su padre. Su mejor mujer cubre lo incubrible con su lengua.


Blanco.





El sudor crece. El jadeo se acompasa. Un ligero espasmo en la cadera del mejor hombre precipita el final. Elena nota la invasión del semen en su interior. Elena abre los ojos. Ve a su madre, contemplando la escena fantasmalmente. El flujo de Elena acompaña su alarido. El mejor hombre corta lentamente la garganta de Elena.
Y, al fin, negro.


Negro.



Negro.



Negro.




Y un blanco súbito. Una luz fuerte. Comienza a definirse. Elena cree ver la luz del salón de casa de sus padres. La definición avanza. Elena reconoce la luz. Elena se siente rígida, pero sin dolor. Baja la mirada, y encuentra las manos de su padre, apretando su cuello. Ahogando a Elena. El padre para, y sujeta a Elena con una mano mientras coge el machete. Lo levanta. Y el tiempo se ralentiza.


Mientras el machete avanza hacia el cuello de Elena, su madre se levanta, entera. Sin dejar de sonreír a Elena. En el momento exacto en el que el cuello de Elena es cortado, su madre le tapa los ojos.


Pero la luz se mantiene. Aún cuando Elena cierra sus ojos, solo ve luz. Y empieza a ver cosas. Camina de la mano de su madre por los albores del tiempo y del espacio. Por la infinidad de la existencia. Por la inmensidad del conocimiento. Por lo que ES.


Y, de la mano de su madre, Elena comienza a comprender. Comprende toda su existencia. La abraza. Y convierte todo el rencor, el resentimiento, el miedo, la vergüenza y el odio en AMOR. El amor que siempre fue. Que siempre fue. El amor que no vio. Y que ahora VE.


Elena ya no es Elena. Elena es Todo. Elena es Nada. Elena es Dios.


Con lo magnánimo del ser que se comprende como deidad eterna, Elena vuela hacia los labios de aquel chico con el que se fundió, una tarde tórrida en el instituto. Y, por su experiencia, Elena sabe que vivirá en ese beso eternamente.


.

FIN



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