Todos
conocemos la respuesta. Todos la sabemos desde que nacemos. Todos sabemos todo,
de hecho. No aprendemos nunca. Solo recordamos.
La
respuesta es tan obvia que raya lo obsceno. La respuesta es simple, un chiste
con final previsible. Una intriga en la
que te ves venir al asesino. Una palabra en la punta de la lengua.
La
respuesta son respuestas. La respuesta se niega a sí misma para poder tener
sentido. La respuesta está delante de ti, ahora mismo. Hace un rato y dentro de
otro, también está.
La
respuesta es la siguiente: Todos somos Uno. Todos somos el Amor. El tiempo no
existe. El espacio tampoco. Somos un alma en diferentes cuerpos. Nuestra única
finalidad es prolongar la existencia física y todo lo demás es una pareidolia,
un rayo de luz cósmica que atraviesa los incontables pliegues y caras que hay
en el diamante de la Realidad. Solo tenemos que amarnos y respetarnos los unos
a los otros y absolutamente TODOS los seres vivos del Universo seremos felices.
La
respuesta, como dije, es fácil. A pesar de que tampoco creo estar seguro de
haberla dado en lo que acabas de leer. Pero más o menos es así. La pregunta es:
Si sabemos la respuesta, ¿por qué pasamos toda nuestra vida buscándola?
No hay
respuesta para esa pregunta.